viernes, 8 de marzo de 2013

CITA A LAS NUEVE




Emma entró al metro mirando entre nervios y excitada el reloj, sabía que él la estaría esperando, como ya era habitual a las 9 en punto. Hoy se había retrasado pero era un día especial hacía seis meses que su relación había empezado, por eso se detuvo al salir del trabajo en el Sex-Shop que había en la esquina antes de llegar al metro.
Hoy celebrarían esa fecha especial al gusto de él, estaba muy excitada por la mezcla de ilusión y vergüenza que había pasado en la tienda, pero lo que más le estimulaba era pensar en la reacción de él cuando la viera con esa ropa interior y lo otro… Se sofocó sólo con sus pensamientos. No paraba de mirar el reloj, faltaban 10 minutos para las nueve y aún quedaba una estación para llegar. Por fin Urgel. Salió deprisa del metro, notaba la ropa interior nueva ligeramente incómoda, subió el trozo de calle que separaba el metro de su portal. Entró en la portería tan metida en sus pensamientos que no saludó si quiera a la vecina del tercero que salía con los perros. Llamó al ático, la ascensión se le hizo interminable. Las nueve y un minuto. Abrió la puerta de casa, se dirigió a la cocina y allí dejó todas las bolsas que llevaba. Se quitó la americana del traje chaqueta y la colgó en la silla de la cocina. Desenvolvió con creciente excitación “aquello” especial que había comprado y se dirigió con seguridad y aplomo al comedor. Abrió las cortinas del enorme ventanal de par en par, le dio a todos los interruptores de la luz.

Ilustración: Ester Sanjuan

El comedor-sala de estar quedó totalmente iluminado, conectó el equipo de música y comenzó a sonar la música de “nueve semanas y media” y a su erótico compás contoneando sus caderas quedó en el centro de la sala frente al enorme ventanal totalmente descubierto. Muy lentamente sintiendo como la música conmovía todo su cuerpo fue descorriendo la cremallera de su falda de tubo, se giró de espaldas al ventanal y dejó caer a sus pies la estrecha falda, con la punta del zapato de tacón retiró lejos la prenda. Siguió moviendo muy suavemente sus caderas de espaldas al ventanal, colocando sus manos por su trasero cubierto aun con gestos sensuales fue girándose mientras sus manos iban desabrochando botón por botón la blusa de seda. Su lengua humedecía sus labios en gesto provocativo de placer. Cada vez se sentía más excitada, no tenía ni idea desde que ventana él la estaría observando, pero sus llamadas le daban la seguridad de que él estaba viéndola y gozando con ella cada día a partir de las nueve de la noche.


Fuera la blusa, dejó que cayera detrás de ella, orgullosa lució los nuevos sujetadores de charol azul que se había comprado, eran especiales, las copas estaban agujereadas en el centro dejando al descubierto sus puntiagudos pezones inflamados por el deseo. Lentamente los acarició, pellizcó y aplastó contra el cristal del ventanal, besándolo al mismo tiempo como si fuera la cara y el cuerpo de él. Se apartó danzando y con movimientos nerviosos y rápidos se despojó de los pantis quedando con el tanga de charol azul que sólo cubría un pequeño triángulo de su pubis y dejaba al aire todas sus posaderas. Sus manos se movían nerviosas acariciando sus senos y su muy excitado sexo.

El teléfono sonó, esperaba ansiosa ese momento, ahora juntos culminarían su amor. Excitada, Emma descolgó el auricular.

-        ¡Hola! Escucha, hoy he puesto tú música.
-        Estoy muy excitado, menudo numerito estás montando. Te queda maravilloso tu conjunto, pero no te detengas sigue acariciándote, deseo sentirlo al mismo tiempo que tú.  Deléitame con tus gemidos, ponte más cerca del ventanal.
-        Tengo una sorpresa para ti, observa bien.
Y sosteniendo el teléfono inalámbrico, se acercó al máximo al ventanal mostrándole “eso”. Un gemido de placer brotó del otro lado del teléfono, la excitación de él había llegado al máximo al ver el instrumento fálico que ella sostenía en su mano y que ya comenzaba a frotar por su vello púbico. Emma sintió como una ola de placer recorría todo su cuerpo al oír los gemidos incontenibles de él. Había acertado iba a ser una cita inolvidable, con más seguridad y aplomo al sentirle a él a través del teléfono siguió aún más perversa culminando sus juegos con la introducción del consolador en su profunda vagina estimulándose una y otra vez hasta que sus gemidos se unieron a través del teléfono culminando en un incontenido y explosivo orgasmo conjunto.
Lentamente se retiró de delante del ventanal sentándose en el sofá, sintiendo aún las convulsiones del placer por todo su cuerpo. Cuando recuperó el aliento, volvió a dirigirse a él a través del teléfono.
-        ¡Te quiero amor! Has gozado de mi cuerpo lo suficiente.
Con voz entrecortada él le respondió: - Cada día eres mejor, más especial. Hoy me has vuelto loco de placer. Soñaré contigo, hasta mañana.
De pronto se sintió vacía, él no había dicho nada de su aniversario, ni siquiera había preguntado por qué aquel numerito. El timbre del interfono le sacó de sus pensamientos, ahora se sentía sucia, fue a contestar mientras buscaba algo con que cubrirse, era un muchacho que traía algo. Ya estaba en la puerta, sonó el timbre y le abrió, un enorme ramo de rosas rojas cubrían la cara del chico. Nerviosa recogió las flores, dentro había una tarjeta, despidió al repartidor rápidamente y cerró la puerta. La nota decía: Feliz aniversario, ¡Te quiere! Un desconocido.
Volvió a despojarse del batín y medio denuda con las flores se acercó a la ventana, se quedó quieta unos instantes y luego fue cerrando las cortinas mientras ella pensaba en su cita de mañana a las nueve. Mientras tanto en el equipo de música seguía sonando 9 semanas y media. 

Relatio escrito por Noemí Rocamora.

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